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miércoles, 20 de abril de 2016

La sonrisa de clara... un cuento para aprender

Lo primero deciros, que el cuento lo escribieron en la asociación Celíacos en Acción, y que las imágenes son de María Aller. Ella subió este cuento a su blog, A la derecha de este post, podéis encontrarlo.
¡Gracias María! ¡Me encanta esta Clara! 

Hacía muchos años que la sonrisa de Clara había desaparecido...
Su padre, el rey más poderoso de todo el continente estaba muy preocupado. Así que decidió reunir a sus ministros e informales de la rara enfermedad que afectaba a la princesa.

Todos los ministros coincidieron en que la empresa era difícil... pero uno propuso una solución!
Llamarían  a los payasos más graciosos y simpáticos del país, y les ofrecerían un gran saco de oro, si conseguían arrancarle una sonrisa a Clara.
Se efectuaron todos los arreglos necesarios para el gran evento, se convocaron a todos los niños del reino, se prepararon 1.000 kilos de palomitas de colores... helados de todos los sabores, grandes tartas y muchísimos músicos para que animaran a los payasos.

Llegó el gran día y todos los habitantes estaban expectantes... ¡qué ilusionados sus hijos!
La princesa, como siempre, se sentó al lado de su padre... Clara acababa de cumplir los 12 años, pero su cuerpo aparentaba tener 7. Era muy menuda, el pelo lacio y quebradizo, unas ojeras azuladas destacaban sobre la blanca piel de su cara. A la altura de la cintura, un abdomen prominente sobresalía...
Pero lo que realmente llamaba la atención de Clara, eran sus labios, siempre inertes a cualquier comentario o gracia.
Clara no conocía la sonrisa.
Comenzó la actuación del primer payaso... volteretas patosas, malabares imposibles... las carcajadas del resto de niños retumbaban bajo la carpa.
El segundo payaso era aún mejor... ¡menudos zapatos! Tenían unos lazos enormes y se los pisaba todo el rato! Y otra vez, ¡plas! Se había vuelto a caer... ¡qué divertido! Gritaban y apaludían los niños desde sus asientos.
Y así unos tras otro... ¡hasta 100 payasos pasaron por aquel cesped. Cada uno más divertido y gracioso que el anterior... los niños emepezaron a retirarse con agujetas en los pómulos de tanto reír... en cambio Clara... en su cara no había habido ni un pequeño esbozo de sonrisa.
La preocupación del Rey ahora era mayor... convocó de nuevo urgentemente a sus ministros, y todos concluyeron los mismo que la vez anterior... ¡hacer sonreir a Clara, sería una empresa muy difícil!
Pero hubo otro que propuso una idea:
-Majestad... ¿y si sembramos el palacio de flores de colores, y lo llenamos de mariposas?
Al Rey le pareció buena idea... y dio las órdenes oportunas para que se llevara a cabo.
Cuando llegó la primavera, no había ni un rincón del palacio que no estuviera cubierto de flores... y las mariposas revoloteaban felices, posándose sobre los hombros de Clara. 
Se formaron colas infinitas de vecinos de otros reinos que venían a conocer la maravillosa frondosidad de aquel palacio... todo el mundo salía extasiado... ¡qué belleza! ¡Maravilloso! ¡Qué gusto tiene el Rey! ¡Viva el Rey!
Pero Clara seguía sin sonrisa...
Llegó el verano y los pétalos empezaron a caer... de nuevo el Rey convocó a sus ministros:
-Es urgente encontrar la sonrisa de la princesa... pronto cumplirá trece años, se convertirá en una muchacha, y... quiero que sea feliz... ¡será la futura reina! Éste país se merece un reinado alegre...  todo se cubrirá de nubes si no la hacemos reír!
Un tercer ministro se adelantó:
-Majestad... la princesa está triste desde que apenas comenzó a andar... apenas come... y sus actos son débiles y sin fuerza. Propongo llamar al doctor del reino, para que le recete algunas vitaminas... se rumorea que al hijo del Visir de oriente le pasó algo similar, y que lo solucionó con plantas medicinales...
El Rey se sorprendió ante esa propuesta... e hizo llamar al doctor:
-Un par de gotas de este frasco en ayunas, un baño diario utilizando agua de rosas, dos cataplasmas de cebolla en ese abdomen tan sobresaliente... y si con esto no nota mejoría, entonces Majestad, deberá plantearse seriamente que tal vez la princesa Clara sea una niña aburrida... yo conozco algún caso más! No tiene que preocuparse por nada! Es más habitual de lo que parece.
El Rey dejó pasar un mes, y otro, y otro... pasó el cumpleaños de Clara, la fiesta fue un fiasco. Ella no se levató ni probó bocado durante todo el banquete. Se la veía débil, quejumbrosa... con dolores abdominales continuos... El Rey la miraba y veía a su hija débil y chiquitita. 13 años habían pasado desde que su madre la trajo al mundo. Era una niña sana y fuerte... con unos buenos pulmones que inundaban de llanto las noches de palacio.
Y justo cuando comenzó a dar sus primeros pasos, la sonrisa se le nubló, la mirada se secó, ya no tenía brillo... las palabras alegres y de cariño fueron dejando paso a llantos y quejas.
Y entonces el Rey se acordó del caso del hijo del Visir... y sin pensárselo dos veces, lo hizo llamar a su presnecia.
Tardó varias semanas en llegar, vivía en un país mu lejano... primero 12 días en un barco, y después otros 12 a caballo.
Daniel se presentó ante el Rey:
-Me ha mandado llamar Majestad... soy Daniel Vertuán, hijo del Visir de Persea. ¿Qué desea de mí, Señor?
El Rey le invitó a sentarse, pidió que le sirvieran la comida y comenzó a explicarle el motivo de su presencia allí... pero... pasó una cosa. Cuando Daniel vio los alimentos que llegaban, los rechazó... él tan solo tomaría cordero a la brasa, arroz blanco y fruta...
¡Qué caprichoso! Pensó su Majestad... aún así, era la única oportunidad de salvar a su hija, así que prosiguió con su historia.
Cuando Daniel sació su apetito, quiso ver a la princesa... y... se llevó las manos a la cabeza! Cayó de rodillas!
-Señor-se dirigió al monarca-la tripa de su hija... se parece a la  que yo tenía hace años. Y... esas ojeras, esas mejillas sin color... su hija es celíaca señor!
-¿Celíaca? ¿Eso qué es? ¿Qué quiere decir Daniel? ¿Eso es un insulto? ¡Ordenaré que le arresten!
Daniel se puso en pie:
-No señor... su hija no puede tomar trigo, ni centeno, ni cebada... ni avena. Señor, deje que la enseñe a comer como yo, y le prometo que en un par de días, recuperará la sonrisa... de lo contrario, le presentaré mis muñecas gustosamente, para que sus guardias me arresten.
El Rey se lo pensó durante un rato... la princesa estaba allí, sentada, inerte... triste... blanca.
Y asintió... 
Daniel tomó de la mano a Clara y la acompañó a la cocina.
Pidió que le prepararan arroz y cordero a la brasa, y se lo ofreció... Clara tomó, como siempre un par de tenedores y se negó a seguir comiendo.
Daniel acompañó a la princesa a pasear por el jardín, se sentó cerca cuando ella descansaba y... en la merienda, volvió con ella a la cocina.
Está vez pidió que molieran maíz, y preparó unas estupendas tortas sin gluten... ¡delicososas! fue capaz de articular Clara.
La cena consistió en pescado al horno con patatas... Daniel vigiló en todo momento la cena para que no se mezclara de ningún modo con el resto de comida.
Tres días más tarde, una mañana muy temprano, el Rey de despertó sobresaltado. Los gritos de Clara se oían desde todos los rincones del palacio.
El monarca preocupado, saltó de la cama en pijama y lo que se encontró le dejó patidifuso!
-Papá, papá-gritaba Clara-soy feliz, no me duele nada! Soy feliz papá!! Gracias Daniel... gracias.

Desde entonces Clara solo tomó alimentos sin gluten, y poco a poco, su salud se fue recuperando... y la sonrisa tornó a sus labios, contagiando de felicidad a todo el reino.

¿Y qué pasó con Daniel?
Un tiempo después volvió a su país, estudió medicina y fundó un hospital especializado en enfermedad Celíaca.

Cuenta la historia que Clara y Daniel siguen intercambiando correspondencia... y que muy pronto le darán una sorpresa al Rey,  ¿qué será?

2 comentarios:

  1. precioso cuento Sandra! se lo contaré a mi preciosa sobrinita que es celíaca y tiene 3 añitos, sigue así bonita, me encanta tu blog!

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  2. Precioso cuento.. mi hija de 4 años es celiaca. Me veo muy indentificado lo que le paso a ella..

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